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EL MESTIZO. poesía, opinión; sociología grotesca

NORMALIDAD DEMOCRÁTICA

Cuando a las castas, demócratas de salón, políticos de todos colores y gentes de bienpensar les da por hablar de normalidad democrática me pongo a temblar.

 

Antes, cuando todavía creía un poco en ciertas chorradas democráticas y constitucionales, llegué incluso a medio celebrar un día de la constitución (en minúscula). Fue en el Ayuntamiento de Híjar. En el 25 aniversario de la dichosa carta magna celebramos un “acto entrañable”. Allí pudimos ver cómo un exconcejal de Fuerza Nueva le entregaba el pergamino a un concejal de la CHA y viceversa.

 

Cuando me hablan de Democracia yo siempre pienso que el mejor resumen sería ese. Un pueblo unido por algo en el que esa extrañeza democrática resumía mejor que nada qué debía ser para un pueblo la Democracia. Supongo que no será el mejor ejemplo, ni la mejor virtud, pero a mí me bastaba con creerlo.

 

Dadas las circunstancias actuales es difícil creer en discursos adulterados que vienen de adúlteros pseudodemócratas. Porque cualquiera que se anime a leer la famosa carta verá que ni se cumple ni ganas que tienen los que arriba están que se haga. Eso sí, se celebra todos los años y da mucho juego cuando los que siempre están ahí hablan de que “no se pueden perder las formas”.

 

Seguro que muchos consideran, al igual que yo, que más demócrata es un sandaliazo en la cara de cualquier Rato que las formas que ellos utilizan y las miles de horas tiradas en discusiones y plenos parlamentarios.

 

Porque si con sus buenas formas destruyen la paz social, intentan volver a un pasado del que siempre han tenido más que morriña, díganme: ¿para qué coño queremos sus formas?

 

Ahora no nos van a dejar ni salir a la calle. Pronto meterán de bislai alguna ley de vagos y maleantes y, mientras tanto, las castas, a todos los niveles, utilizarán la “normalidad democrática” para mantener, si no incrementar, sus privilegios de siempre.

 

Los banqueros, políticos… incluso muchas otras profesiones liberales (notarios, grandes empresarios, hasta profesores universitarios, etc…) construyen dinastías para mantenerse en un poder que casi nunca les ha perjudicado. Un poder que es capaz de cambiar leyes a su gusto, de privatizar medios e instrumentos públicos a su interés, de manipular a la opinión pública con sus medios y enteros, de…

 

Cuando a un famoso alcalde de Híjar le decían que cómo es que se presentaba por el partido X si siempre había sido del otro, incluso mentándole la guerra por medio contestaba que a él le daba igual, que él igual iba a ser el “capataz” con unos que con otros.

 

Si en pueblos de 1900 habitantes, con la que está cayendo, son capaces de colocar a cinco o seis de una lista de 9, qué no podrán hacer donde “muelen gordo”.

 

Si esta es la normalidad que quieren, la normalidad que cambia la sacrosanta constitución cuando les interesa, yo prefiero ser un anormal. ¿Y saben por qué? Porque si hacen una lección didáctica de la historia lo que está claro es que sólo lo anormales son capaces de cambiar el mundo. Aquellos que se salen de la normalidad.

 

 

Víctor Guíu, “el Mestizo”.

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