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EL MESTIZO. poesía, opinión; sociología grotesca

El espectro del tío barrufet

 

Jaume Barrufet tenía muchísimo dinero. Se compró un coche grande. Se hizo una casa grande. Tenía una moto grande. Un caballo grande y una boca todavía más grande. Ande o no ande…

 

A Jaume Barrufet le gustaba aparentar y pagar pocas rondas en el bar. Aunque sus apellidos eran catalanes de más de diez generaciones, según le gustaba a él contar, su padre era familia lejana de los Machacón, oriundos del reino de Murcia. Y de aquellos había heredado una casi insoportable.

 

Sus luces cabían en una mazmorra del medievo, pero eso si, tenía más duros que los toreros. La industria de la carne y el negocio de los puticlubs en la Nacional 2 habían hecho de él un hombre rico.

 

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Ernesto Jartillo y su equipo de investigadores, financiados por la ONU, y en cooperación con la Universidad de Nevada, andaba por aquel entonces recorriendo las tierras de Lérida haciendo una investigación de la influencia del poso de vino en la calidad literaria y gastronómica de la última década en las clases medias del medio rural de la provincia de Lérida. El maestro Jartillo estaba entusiasmado, hacía un par de años que no contaba con un equipo de la categoría de éste, incluso la Generalidad de Cataluña había comprometido un presupuesto para continuar la investigación en el resto de provincias de Cataluña, pues este tipo de investigaciones le daba un carácter más moderno a Cataluña como nación, pues era algo que los europeos llaman “innovador”, que manda huevos.

 

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 Cuando el equipo de Ernesto llegó al bar del pueblo pidieron unos carajillos de Terry. Al ver a los forasteros, Jaume Barrufet se acercó a darles la brasa y unos pases para un Club que había abierto en la carretera que unía al pueblo con Fraga.

 

Recordando sus estudios de PERSONAJES populares, Jartillo se interesó por la fanfarronería y la tacañería supina que caracterizaba a ese personaje, al cual le tuvieron que pagar copa y la faria.

 

Un paisano que daba buena cuenta de un plato de tocino y una botella de vino peleón le contó a Jartillo que las malas leguas hablaban de un antepasado de Jaume Barrufet que todos los miércoles se aparecía por las huebras que rodeaban al pueblo y entregaba un caldero de dinero a su descendiente.

 

-          No fotis¡

-          Sin foto Sr. Jartillo, sin foto.

 

Aquella noche, miércoles para más señas, Jartillo aprovechó el pase que el Sr. Barrufet le había entregado en el bar y poco después siguió a Jaume Barrufet por los pedregales de aquellos campos yermos.

 

Una potente luz deslumbró la huebra e hizo sentir a Jartillo como un ajo en un secano. Arrugándose de miedo, pensando en los espectros de los Barrufets, intuyó una especie de personaje que entregaba algo al sr. Barrufet. Jartillo estuvo a punto de desmayarse por la experiencia.

 

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Todavía tiene pendiente una conversación con el Sr. Barrufet, aunque no ha encontrado tiempo entre investigación, charla y docencia en las mejores universidades del mundo. Quizás sólo fuera el sargento de la Guardia Civil con los focos del Patrol. O quizás un foco de la verbena del pueblo de al lado, quién sabe. Lo cierto es que los Barrufet se han construido piscina, una piscina grande, por supuesto, pa que sepan los del pueblo quién son los que tienen los duros.

 

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