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EL MESTIZO. poesía, opinión; sociología grotesca

EMPECEMOS POR NOSOTROS

(resumen de algunas ideas, artículos y reflexiones de los últimos días)

En el imaginario social de la gente, el concepto de Paisaje es muy cambiante. Para muchos el Paisaje que realmente importa es el autóctono, el que ha sabido conservar su puesta de largo durante siglos. Pero, ¿qué es lo autóctono?. Para otros la estepa y el secarral no les dice nada, quizás de tanto verlo, que ni lo aprecian. Muchos opinan que no hay nada como lo “verde”, todo lleno de pinos y rebollones. Aquí el ciudadano no se pone de acuerdo, aunque por nuestro carácter mediterráneo, lo verde es lo que triunfa, de ahí que no hay pueblo que se precie que no ponga césped en el secarral. Y el imaginario es el que conduce a la política y a la gestión forestal, no nos equivoquemos.

Vivimos en un país donde los procesos interdisciplinares no son la norma, ni mucho menos, donde somos incapaces de ponernos de acuerdo. Donde solemos en muchos casos vendernos por cuatro duros, cerrar la boca, y apañarnos como cada uno pueda… El concepto de lo público en España, la España de lo público como des-concepto.

Los bosques y el medio rural necesitan de tiempo y reflexión. Tiempo de participación, reflexión de cómo enfocar la gestión, de cómo andar en un camino común. Desgraciadamente, los tiempos políticos huyen irremediablemente del tiempo y de la reflexión, ajustando sus agendas a cuatro años máxime, a tejer redes de poder más o menos cutres, a comprar bocas y silencios…

Y este panorama no es el mejor para nuestro territorio, aunque el que calla otorga. Y los estómagos agradecidos se ocultan en la espesura de la sociedad civil. La prensa hace gala de esos tejidos de poder y se centra en barro y paja, cuando no lo hace con tripada y fiesta, evitando su papel, salvo cuando interesa al medio en sí...

Pero el origen de nuestra decadencia demográfica y de gestión no está en los políticos, ni en la economía. El origen tiene muchas aristas, y parte de la gente, de la escasa ciudadanía que ejerce como tal, que permite y que otorga. El gran problema del medio rural somos sus gentes, que copiamos los modelos imperantes en la sociedad haciendo gala de una gran hipocresía.

Pero cuando ocurre una desgracia, una crisis, es cuando sacamos de nosotros lo mejor y lo peor, que, bien conducido, nos ayuda a avanzar. La solidaridad de los pueblos que estaban siendo arrasados por los incendios de estos días es un ejemplo de que lo instituyente triunfó sobre lo instituido. Pues lo instituido, relegado en despachos y números, no supo responder. Zaragón es muy grande, demasiado para llegar a todos sus “barrios rurales”.

Hasta hace una semana, nadie, o casi nadie, sabía que existe un pueblo que se llama "La Cañadilla". Nadie, o casi nadie le dará menor importancia conocer ese dato. Tampoco es Zaragoza, ni Nueva York. Total, como dicen algunos ciudadanos (sean estos políticos o no): "si son cuatro gatos".

En La Cañadilla viven pocos. Diez o doce casas, con su ermita, con sus campos de labor y sus pinares. Era un sitio tranquilo, humilde, bello por definición. Cuando pasabas con la bicicleta o con el coche por esa carretera estrecha, saboreando las esencias de un paisaje único (o así lo percibía al menos mi “imaginario paisajístico”), las gallinas de los vecinos ocupaban la carretera. El paisano labrador recogía su tractor y alguna mujer tomaba la fresca. En invierno era prácticamente un desierto. Y en verano algunos antiguos vecinos retornaban a su casa, a su identidad...

Las imágenes de la televisión reflejaron la dureza, el abandono y la impotencia del medio rural y de los medios con los que cuenta para lo realmente importante. La administración y la voluntad del ciudadano rural es capaz de hacer frontones y centros de interpretación en la nada más absoluta, pero por lo visto es incapaz de coordinar, de tratar al medio rural como un sector estratégico, como un mantenedor del Oxígeno planetario, de la cultura popular, de nuestros montes, de nuestros alimentos... El medio rural es mucho más que economía, globalización, turismo cultural o medioambiental, mercadeo, demografía crítica… El medio rural es el territorio. Y el territorio es la base de los recursos, entendiendo el concepto “recurso” como un todo, no como una mera especulación económica, inmobiliaria, minera… Es el recurso con el que cuenta nuestra madre tierra para sobrevivir al atentado constante que le hacemos, como hijos bastardos que somos.

Por una razón que los políticos y los gestores responderán que lógica y medida, debido a la falta de medios, al número de incendios en Teruel, etc, etc… y mientras se centraban los esfuerzos en otras zonas, los valientes Ejulvinos, dirigidos por José Luis Lagares y por su alcalde, José Manuel Salvador, hacían lo que podían con los medios que podían, mientras veían arder, como en la peor de las imágenes del Apocalipsis, toda su riqueza forestal, la que habían visto siempre, la que su imaginario valoraba como propia.

Seguramente, en cosa de una o dos semanas, volveremos a las noticias mundanas. A las gilipolleces más absolutas de este mundo hipócrita e hipocondríaco.


La Cañadilla se convertía en mi imaginario histórico en un símbolo. Un símbolo humeante de desesperación, pero también de vida, de cómo tenemos que volver a levantarnos de las cenizas y mostrar al mundo que desde el rincón más humilde se puede descubrir el infinito. De la necesidad de luchar un poco por nuestros pueblos, aunque sirva de poco, muriendo de pie. Porque a esos habitantes nadie les devolverá los siglos y generaciones de historia perdidas por las llamas. Porque a esos habitantes se les tratará como cuatro gatos, repitiendo los esquemas que otros utilizan para Aragón y que tanto duele en Zaragoza.

 

Por lo visto sólo somos un puto Parque Temático. Y en esa dinámica nos hemos querido meter. Dependencia de la ciudad, cuando, realmente, es la ciudad la que depende del territorio. El triunfo real no es trabajar y ser un figurante de ese Parque Temático, el triunfo es estudiar una carrera y convertirnos en unos corderos infelices, con corbata y despacho, que pasarán largas temporadas de su vida en el médico con estrés, depresiones, disfunciones sexuales y las más variadas enfermedades y gilipolleces metrosexuales del mundo mundial. Ese es nuestro éxito.

 

Ahora alguno volverá a pensar que, lo mejor, será marchar a Zaragoza y que pregone el patrón, como decía la canción. A ver qué dicen, a ver qué hacen, a ver qué proponen, a ver qué "venden" para mantener sus sillones. 

En Aragón no todo es el Fleta, ni los bienes de la Franja de Levante, ni la ciudad compacta, ni las lenguas, ni la Expo, ni los barcos de Belloch... En Aragón somos todo eso y mucho más.  Porque, para que el territorio se mantenga, no son necesarios esos macroproyectos pensados “capitalinamente”; derroche de medios, agencia de empleo, populismo por encima de todo.

 

No caigamos en los mismos errores de siempre. Saludemos al día con orgullo y pensemos que, si queremos ser partícipes del cambio tendremos que empezar por nosotros mismos. Y de la tierra calcinada, veremos crecer los frutos de nuestro afán por ser campo, monte, y ciudadano.

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