ESTIMADO AMIGO
Escribo cartas al infinito.
Te cuento triste mi viaje por estepas,
por ríos crecidos de matorral seco.
Echo de menos el camino que recorro,
aunque lo aprendí de memoria.
Viviendo en la noche me encontré con la Aurora.
Supe que viajaba cansina y la espera,
me contó sus peripecias con el sol dorado,
y, cómo no,
con el ardiente deseo.
Aunque tenía prisa,
descansó sus pies en el polvo del sendero.
Proseguir supone estar parado;
observar siendo visto sin serlo.
Enlazo discursos de trashumantes vuelos.
¿Cómo no regresas?
Así descubriríamos juntos el pasado;
reharíamos el futuro que tan mal nos fue.
A pesar de todo te comprendo.
no pienses que en mi retiro evoco la derrota,
mientras la sal endulce
la parada es más sincera.
Pero no entiendo el retraso de tu bola de cristal.
Lo transparente,
lo ingenuo,
lo incrédulo.
Lo pulido de tu verso.
Más sabrá dadá.
Y su urinario nefrítico.
Viles armas retornan en la vigilia,
que cercana al sueño,
reside en vidrios epicúreos.
Platón anda desairado.
Ahora, dicen,
debe llevar al Demiurgo con correa,
y han chapado su caverna.
¿Quizás por drogas?.
No se;
circulan rumores.
Aristóteles,
comentan en el bar,
vive amancebado.
Ya no es como antes.
¿De qué te extrañas?
Grecia cayó en manos de romanos.
Especulan con pan, vino, aceite,
y aire.
Además de hamburguesas y
whisky añejo.
No está en mi mano borrar las huellas,
sí, recordarlas.
¿Sabes?
En los pisos bajos hay inquilinos.
Todo ha cambiado.
Todo discurre plácidamente,
corriendo.
Sueño en los bisaltos mágicos,
y en judías pintas,
que me permitan subir,
charlar con el gigante,
comer juntos,
fumarnos un canuto,
ver un partido,
recordar, sin más.
Sobre boiras esponjosas.
Quiero mirar la luz antes de dormir.
Seguiré esperando otro día,
durmiendo.
Si es posible.
Se despide, afectuosamente,
la val profunda.
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