EL POEMA DEL TOCINO
Me escribe mi amigo Sergio Grao desde Barcelona. Como es él. Único. Los mejores poetas y pensadores están en su mundo normal de anormalidad, esperando vivir cien años sin que nadie les conozca. Los mejores siempre están con los suyos, con la gente y con la calle.
Sergio es de los mejores, sin duda. Cuando pasan un par de meses nos cariñamos de versos y nos escribimos algo, o nos preguntamos que tal, sin necesidad de obtener respuesta. Después quedamos poco, porque lo poco, en este país de pocos, siempre se convierte en mucho. Yo le escribo poemas de insulina y él me contesta con versos y lágrimas de vodka con limón.
En este mundo que corre, que salta, que asquea tantas veces, los privilegiados intentamos hacer algo sin hacer verdaderamente nada. Los privilegiados consumimos, luego existimos. Los privilegiados tomamos partido por el interés y por lo que algunos llaman, desprestigiada cordura.
Los versos son escape a la locura, que es la vida del Todos. Y no es feliz el loco, sino el cuerdo que asume lo que venga con lánguido malestar.
Viva la locura; diría el cuerdo abominable, si conociera el perdón.
Y el poeta revienta de anormalidad tras su jaula ensangrentada. Y escribe, ya sea desde las atalayas absortas de las altas sierras del Maestrazgo, ya sea desde la oscuridad de calles mayores, ya sea desde la apariencia etílica de nuestro gran compañero, el bar.
Lo curioso es que todo el mundo escribe para que le lean, para que le sientan y abrir así su corazón y sus tripas, o hacer de tripas corazón en su cabeza. Todavía nos quedan los blogs, rincones alcahuetes del que quiere buscar otras formas auténticas de decir la nada o de gritarlo todo. Repasar los cientos de blogs de nuestras gentes es descubrir un mundo nuevo, donde cada uno hace sin importarle las consecuencias (o si), donde la libertad es más pura que en las calles y en las hipócritas verbenas y operetas de nuestro alrededor. No dar explicaciones a nadie y abrirse al mundo. Aún así, a veces, nos podemos preguntar que quién nos leerá. Si nos leerán sólo nuestros vicios autocomplacientes. Si nos leerán los hados traicioneros de nuestros destinos. O la madre acongojada. O el estúpido inocente de nuestros sueños. ¿Quién sabe?.
Supongo que Antonio Fernández Molina tiene más razón que un santo cuando dice eso de:
"Sería ridícula una manifestación de poetas,
pidiendo aumento de lectores."
Seguramente, sería ridícula. No seáis correctos, y que os entren todas las moscas del mundo en vuestra boca abierta.
2 comentarios
Manuel -
Salud
Ángel -
No rebles ni dejes de escribir
Salud