El día en que Vicioso volvió a ganar en el Giro
Me iba a poner literario. Las gestas lo merecen. Quijotes subidos a bicicletas que hacen del deporte épica, y de las grandes vueltas novelas de aventuras, realidad que supera ficciones nunca rodadas.
Y a la tele y la radio le gusta el morbo. Nada sobre tí, ni sobre tu esfuerzo, ni sobre el momento en que un pequeño de Alhama fue el más grande.
¡Sólo quieren sangre!
El alegrón que nos diste en la meta de Rapallo,
menudo alegrón Angelico...
se nos tiñó de sangre.
Weylandt yace en el suelo con mil sueños rotos evanescentes en su cabeza...
rota.
Dolorido su último gesto entre montañas.
El ciclismo viste de negro, y aún así,
la vida,
la ruta,
el pedaleo sigue como los siglos.
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Parece ser que no te dejan ganar tranquilo.
Para nosotros es la segunda vez,
ya saltamos viendo que Brescia era tuya.
Saltamos con la radio al oir que Angel gana en el Giro.
Hoy cruzas primero y renacen los recuerdos:
campeonatos niños en tu cabeza
o estrellándote en una luna de un coche mal aparcado en Monforte de Lemos.
O la bronca de quinquis entre bicis de montaña.
Con la sencillez del chico de pueblo,
la grandeza del humilde y la sonrisa en ristre,
recordamos las lágrimas de tu abuelo cuando ganabas de niño,
y que siempre te acompañan cuando ganas de hombre.
O el robo escandaloso a favor de Conte en el atraco del siglo.
Te jodieron en Brescia esos carcamales.
Hoy nos rendimos.
Las grandes historias siempre las escribieron los pequeños.
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