Pureza de sangre
La cabra tira al monte. Casi siempre. Y es monte. Además de cabra, o cabrón. Quiero decir. Que el monte también nos hace cabra.
El español vive en España. Hasta que la ANC demuestre lo contrario el catalán se parece más a un gallego que a un Noruego. Y por extensión, el aragonés se parecerá más a un gaditano que un australiano, o que aun tipo de Gambia. España también nos hace y nos modela. Nos hace crecer y nos mete en vena lo bueno y lo malo.
Así pasa que uno puede ser de izquierda, de derecha, lateral derecho, interior zurdo o media punta, pero el poso de la pureza de sangre, los tópicos hechos frase, razón o mantra, le sobrevuelan y, en la mayoría de las ocasiones, le fertiliza mucho más que la pátina ideológica.
Así somos, no se engañen. Cabras (o cabrones) y monte (el orégano ya... según quién mande).
Las leyes no escritas las escriben ellos. Tú estás dentro. Eres masa asamblearia o masa silenciosa. Masa, al fin y al cabo. Si protestas, ojo, no sirves. No sirves pues si protestas. No protestes. O sí.
Un secretario de organización de cierto partido nos dijo un día a mi amigo Manolo y a mí que hiciésemos lo que nos diese la gana, que no nos necesitaban porque con nosotros o sin nosotros habría lista en el pueblo. No sé dónde para, ni el secretario… ni la lista. Otros miembros de cierto partido afín repartían comentarios de lo peligrosamente sectarios que éramos. Algunos miembros de otros partidos se preocupaban de nuestro supuesto radicalismo. Todos ellos llamaron a nuestra puerta, varias veces, en los últimos ocho años. La decencia es decencia cuando asoma la decadencia.
Las identidades las construimos entre todos hasta que triunfa el tópico, la pureza. Yo, que tengo muchas identidades, algunas contradictorias y eternamente en conflicto, convivo con las inquisitoriales verdades absolutas. Y hasta caigo en la venerable pasión del puro. Somos Torquemadas ingenuos que bebemos de la misma agua.
La izquierda pura es si cabe tan salvaje o más en sus discursos de pureza. Parece que todos tienen abuelos republicanos o padres que corrieron delante de los grises. Parece ser que la tauromaquia es cosa de fachas y que un mínimo gesto de apoyo a Israel te convierte en un nuevo nazi peligroso, asesino de niños: el coco.
La progresía entiende, y mucho, de purezas de sangre. Vigilantes de que no te descarríes ni un momento. Eso es cosa de las derechas, dicen. Un mínimo rescoldo de casta en tu carné te impedirá alcanzar el glorioso fin del cristiano viejo. Hidalguías modernas que esconden tras de sí lo más malo del sentimiento hispánico. Quizás, como ellos hacen, baste con taparlo.
Y mientras tanto, resolviendo identidades, construyendo la genética pura del ciudadano, vemos pasar el tiempo intentando que, al menos, el mundo no nos cambie lo suficiente como para seguir descubriendo infinitos. Algún infinito que nos lleve a la tumba con la tranquilidad del que vivió siendo él mismo.
2 comentarios
José Luis -
manoloelpito -
De todos modos estoy seguro que sabremos pegar los machetazos necesarios para desbrozar las malas hierbas y tirar siempre hacia delante, libres y justos.
Manolo el pito.