Hasta luego José Mari
Ayer despedimos, al son del cierzo suave, de los fuegos artificiales de la expo y de la luna descarada a nuestro amigo José Mari.
No sabemos lo que escribir, lo que decir, lo que sentir, cuando un amigo se nos va. Los católicos sentirán su marcha a sus cielos o tempestades, los que no creemos creer, sentiremos su energía vital cuando toquemos por esos pueblos de dios la dulzaina que tanto le gustaba, cuando cantemos los despertadores entre taberna y taberna, cuando golpeen los palos de cualquier dance, cuando resuenen las espadas al "imperio portugal", cuando recreemos, borrachos o no, los versos de los poetas, de los mayorales y los rabadanes, cuando almorcemos un Jueves Santo en casa del Alberto y pongamos tu plato de queso, pa que no te quedes sin probar bocao.
Ayer te sentimos cuando volaste, cuando cerraste los ojos para siempre. No querías hacernos pasar mal rato, nos dijiste, pero quisimos abrazarte por penúltima vez, después de subir al Carmen con nuestras dulzainas acompañando la procesión. "Me porté muy mal estas fiestas, José Mari", te dije, con razón. Queríamos verte sonrerir una vez más, aunque de nuestros ojos brotaran las lágrimas del cariño y el hasta luego. Y aún así nos dabas lecciones.
Cuando nos conocimos, hace ya más de una década, nadie hubiera dicho que acabáramos siendo amigos. Fuiste nuestro médico de cabecera, el primero que vino a explicarme los "intríngulis" del azúcar en vena, de los insulinodependientes que pocas veces hacemos caso. Pero también estuviste conmigo ayudando en la política, en los largos rosarios de la aurora, en conversaciones de libros leídos y por leer. Te metimos en mil apuros en las carrozas, disfrazando tu aparente seriedad en vestidos de hawaianas, haciéndote tocar el moro con una bandera republicana en la puerta del cuartel de la Guardia Civil... Te hicimos levantar a las dianas floreadas de fin de año, mientras esperábamos al Pelopo en la puerta de la biblioteca. ¿Lo recuerdas José Mari?. Mientras nos tocabas el sábado el "Malditos Yankees" (si, al final se lo han aprendido estos cabrones) estábamos casando al Pelopo con la Margeli.
Y mientras esperábamos el último adiós en el hospital, dos madres esperaban en la clínica a sus recién nacidos. Ya ves, como la vida se va viene, así me explicaba el Alberto la sencillez y lo duro que es morir después de haber vivido.
Aunque ya te lo prometí el otro día, te lo digo ahora en secreto, ahora que nadie nos lee y nos oye. Acabaremos la tesis doctoral que tú empezaste José Mari. ¿Lo recuerdas?. Esa tesis surrealista de los borrachos y la juerga que tantas veces hemos escrito juntos, en las peñas, en los bares, en las bodegas, en los consultorios médicos, en las bibliotecas y hospitales, en la calle, en los ensayos y en las ermitas... Porque somos ingénuos y estúpidos, y aún así nos quisiste, porque eras uno más, ni más ni menos, porque fuiste y serás uno de nosotros, porque te echaremos de menos, porque tu espíritu y tu corazón volverá a nuestro encuentro cada vez que cantemos, que toquemos, que dancemos, que nos emborrachemos más de la cuenta.
Porque la vida se nos acabará algún día a nosotros también, y querremos que nos recuerden como a tí te recordamos ahora.
Que sigas tocando allí donde estés. Desde tu casa, desde tu sitio, te enviamos un abrazo eterno.
3 comentarios
Robertico -
EL ABUELO -
Torio -
Un abrazo J.M. estes donde estes.
Torio.