LA INNOVACIÓN ERA ESO, por Alfonso Troya
Me permito la libertad de pillarle este artículo a mi buen amigo Alfonso Troya, del CEIP de La Rioja.
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Cuentan que cuando llegaba la hora de morir, el ave Fénix hacía un nido de especias y hierbas aromáticas, ponía un único huevo, que empollaba durante tres días, y al tercer día ardía. El Fénix se quemaba por completo y, al reducirse a cenizas, resurgía del huevo la misma ave Fénix, siempre única y eterna. Sobrevivía.
El mundo rural sabe de crisis, de cenizas, resurgimientos y transformaciones. No es la primera vez que se enfrenta a momentos definitivos, dejando como sacrificio parte de su propia esencia.
En los años 60, la población rural cambió este país. Fueron los contingentes de hombres y mujeres de nuestros pueblos que emigraron a las ciudades quienes hicieron posible la Revolución Industrial que la dictadura retrasó incomprensiblemente. Gracias a sacrificar sus raíces rurales España se hizo urbana y se hizo moderna.
Fueron también nuestros hombres y mujeres quienes respondieron a la llamada de una Política Agraria Común para lograr la autosuficiencia alimentaria en Europa que nos librara del fantasma de la escasez. La cultura campesina respondió, se modernizó de tal modo que en poco tiempo fue capaz de producir más de lo que la sociedad necesitaba. En este proceso innovador sacrificó sus conocimientos ancestrales y el vínculo con la tierra que garantizaba el futuro para sus hijos y para los hijos de sus hijos.
Fueron ellos quienes, siguiendo nuevas directrices comunitarias, fueron capaces de vincular su posición en la sociedad a dictámenes cambiantes que aseguraban ingresos sólo por plantar determinados cultivos (aunque no se vendieran), por alojar visitantes urbanos o por mantener el paisaje y haber percibido ayudas en otros tiempos (aunque ahora ya no produjeran nada). Y en ello, la gente del campo perdió el vínculo social que le otorgaba valor en función a su papel productivo.
Hoy miramos con temor a una crisis que exige nuevos y grandes cambios. El mundo rural, mermado y desorientado, le hará frente como siempre lo ha hecho. Ningún tiempo pasado fue mejor pero quizá sería deseable que esta vez fuera el resto de la sociedad quien tomara nota de la importancia de las raíces y del vínculo con la tierra. Quizá evitemos hogueras innecesarias actualizando los valores de la sabiduría campesina vinculados a la actividad productiva frente a la insostenibilidad flagrante de la especulación financiera.
Alfonso Troya
Europe Direct - CEIP La Rioja
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