Pensar secarral
“Aquí que no hay nada, sólo un secarral, viento y polvareda. Y niebla en invierno, cuando el cierzo respeta los aires y apacigua el tiempo bajo cero.”
E. J.
Esto, que bien podría ser el verso de un poema, o la frase de una novela que describe un pensamiento, un sentido de ánimo del terruño, una frase sacada de contexto… Esto, que bien podría ser poesía y fantasía, arraiga en el ser apacible del bajoaragonés de a pie. Es interiorizado desde la más tierna infancia. Es heredado de aquellos que rompían con aladros y vertederas la tierra dura para esperar años de bonanza que nunca llegaban. Es recordado, entre añoranzas y amarguras, por los miles de personas que abandonaron su pueblo por “tierras al este, donde hay trabajo y pagan”.
No es del todo cierto que se ama lo que se conoce. Somos hijos del cabezo pelado, del aire seco y del sol abrasador. De la sombra de la ginesta o el olor del tomillo. Del vuelo del “esparvero”, del canto de la cardelina, de estíos secos o vales yermas. Es el paisaje cultural de nuestra niñez. Lo conocemos, como un decorado donde nuestras fotos se hacen sin ni siquiera pensarlo.
No lo desconocemos, pero tampoco lo pensamos. Quiero decir, no lo interiorizamos como propio ni somos capaces de extraer sus valores, de tanto verlos.
Y con ese bagaje tan pobre, que evita el cariño de una imagen y el apego de la tristeza, la meditación y el camino, acompañamos hoy en día unos proyectos difíciles de entender en otras latitudes, pues consideramos en inferioridad natural nuestro pequeño mundo-territorio-paisaje-cultura en relación a vergeles-paisajes que si consideramos, por tradición, por enseñanza, y por pensamiento, como patrimonio por proteger.
Así pues, en general, hay un escaso movimiento ciudadano en lo que a macroproyectos con alto impacto ambiental y paisajístico se refiere en el Bajo Aragón Histórico. Y el que hay, debido a la presión partidista y “mediática”, se suele ningunear e incluso sale de “tapadillo”, como un refuerzo del pensamiento imperativo, político, correcto y desarrollista. En resumen, en gran parte de las ocasiones el inconformismo, cuando se quiere ser correcto, es utilizado a favor del proyecto en cuestión, pues se cuelgan cabezas de turco en el discurso demagógico oficial.
Que la ribera del Martín y del Aguasvivas se convierta en un vertedero es cuestión de tiempo. Que sus habitantes crean que todo es posible porque viven en un secarral triste, feo y sin valores, es cuestión de educación y respeto. Que la coyuntura económica y la apatía oficial y ciudadana favorece estas premisas es obvio y objetivo.
La tierra no es nuestra. Ni el agua. Pero forma parte de nosotros.
Como decía el poeta: “O el compañero del agua… el secarral”
Víctor Manuel Guíu Aguilar
Poeta “Colectivo Sollavientos”
Ilustración: Juan Carlos Navarro
Diciembre 2010.
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